Si bien existen otros parámetros a nivel global, un enfoque ajustado a la realidad argentina sostiene que un hogar tiene pobreza energética cuando sus condiciones de equipamiento, eficiencia y estructura edilicia no llegan a cubrir necesidades energéticas en materia de cocina, calefacción, baño con agua caliente y heladera, entre otras.
Entender cómo la población accede a servicios energéticos, así como la calidad de la energía y los equipos usados puede contribuir a diseñar mejores políticas. No son mediciones comunes en Latinoamérica. En Argentina, además, hasta 2022 se aplicó una estrategia de subsidio universal que implicaba pagar menos de la mitad del costo del gas natural y la electricidad, por lo que los análisis actuales difieren.
Otra estrategia para medir pobreza energética es el uso de combustibles no limpios dentro del hogar. Hay indigencia energética si la calefacción y/o cocina se obtiene quemando residuos, carbón, leña, querosén u otros combustibles muy contaminantes.
El análisis proviene de un artículo de las investigadoras María María Ibáñez Martín, María Florencia Zabaloy (ambas Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur UNS – CONICET) y Federico Dubois (Universidad Nacional de San Martín) que está incluido en el libro “Viviendo con pobreza energética / Perspectivas del norte y el sur a nivel mundial” publicado por Exploraciones Routledge en Estudios Energéticos.